¡Malvinas por siempre, canto a la
memoria de nuestros héroes!
Hay
calma en las trincheras, el viento sopla y en su aullido, susurra los nombres
de tantos valientes. El mar, lo acompaña en su eterno peregrinar por la tierra,
y las olas son una oración perenne para nuestros hermanos que allí reposan. Las
trincheras están en manos del silencio, amo implacable si los hay, a veces tan
necesario y confortante, a veces tan doloroso e inoportuno. Cruces blancas, en
el suelo austral, marcan el lugar de reposo de cientos de hermanos, mientras
que el mar custodia también las almas de tantos otros que como inmortales
centinelas, resguardan el honor de la patria que los cobijo en su tránsito por
este mundo y que tan orgullosos los hizo sentir. Pertenecen ya al secular
ejército de ángeles guardianes de nuestra nación, al igual que tantos miles que
por siglos ofrendaron sus vidas por nuestra tierra y nuestros derechos
legítimos.
Otros
tuvieron la fortuna de regresar a casa para dar un sentido testimonio y que no
caiga en el olvido la gesta que ellos vivieron, y mucho menos la memoria de sus
hermanos caídos. Ellos, que por encima de todo debieron haber sido recibidos
como héroes, fueron cubiertos con el negro manto de la vergüenza y el olvido,
echados al pozo sin fondo de la ignorancia, abandonados por una nación a la que
habían jurado defender y amar hasta el final. Pero no, fueron señalados
injustamente como parte de una desafortunada cadena de errores que nos
condujeron a la derrota, humillante para algunos, predecible para otros. Su
honor fue injustamente manchado, y recién en los últimos años se han vuelto
constantes los homenajes y las reparaciones de una nación avergonzada por haber
devorado la memoria de tantos hombres a los que envió a luchar en un combate
desigual por una causa justa que muchos intentaron mancillar.
Por
suerte, no hubo ni habrá, mano negra alguna que logre apartar de mi memoria y
la de los argentinos todo el sacrificio que han hecho por nosotros. Muchas
familias vieron partir a tantos jóvenes, y vieron a muchos de ellos regresar
como hombres de honor, curtidos por tantas penurias pero a la vez, por tantos
gestos heroicos y nobles que realmente elevan la frente y el corazón de nuestro
país. Las historias que narran estos actos de abnegación, lealtad, heroísmo y
virtud – frutos dulces en el árbol de la vida- debieran servir de estela y guía
a las nuevas generaciones. Este es el mejor homenaje que les debemos.
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otoños han transcurrido ya, desde el día en que nuestros bravos soldados,
pilotos y marinos- por no mencionar a muchos civiles que participaron en la
gesta-, pero en el árbol de la historia, si las raíces están firmes, el árbol
no morirá ni se marchitara si lo regamos con la memoria y el honor de los que
se dieron en cuerpo y alma por amor a su tierra y sus seres queridos.
Que nuestros
valientes reciban el fraternal abrazo de un argentino agradecido, y el día que
recuperemos nuestras dos alas perdidas, y levantemos vuelo, seguramente, en la
brisa de los cielos, en cada nueve, el los rayos fulgurantes del sol patrio,
allí vivirá por siempre su memoria. Como dice un poema que hace poco escuche: “para que su patria viva por siempre, dejadme conservar sus nombres para el futuro.” Salud muchachos, un grito ha de unirnos
eternamente, ¡viva la patria! ,¡ Vamos Argentina!
Fuente: http://revistacarbonera.blogspot.com.ar/
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